jueves, 22 de julio de 2010

AL ESTE DEL “DESDÉN”

Si te hubieses precipitado como James Dean, todo habría cambiado.

Rodeados de vacío y confusión, tanta gente alrededor, que las esquinas pasaban desapercibidas. Esquinas donde me refugiaba para no ver el color del deseo extraño que invadía la esfera lúdico-sexual de aquel lugar. ¿Recuerdas? Tú, sudando, buscabas una puerta que te transportara a algún lugar donde la luz robótica no alimentara las sirenas bipolares de tu mente. Yo te observaba, pero corría en otra dirección. Luchaba por buscar un espacio oscuro donde las nubes de alquitrán no se manifestaran como fantasmas violadores del sentido común. Pero, si realmente hubiese querido tener una cita con el sentido común, habría salido corriendo de allí. Sin embargo no lo hice, como tampoco me acerqué a ti. No lo hice porque sentía curiosidad inocente por observar tu incomodidad. Mirabas, pero no veías más que cortinas de serpentina alcohólica flotante. Luchabas por encontrarte a ti mismo, pero las caretas artificiales que te rodeaban te confundían tanto como a mí. Y me descubriste, momento en el que bajé la guardia para no tropezarme con los deshechos de la desesperación ajena. Me miraste y te acercaste lentamente, tanto, que cuando estabas apunto de alcanzarme, yo ya había desaparecido.

Si te hubieses precipitado como James Dean, todo habría cambiado.