lunes, 16 de noviembre de 2009

Suddenly Susan!

Hay casualidades con forma de recuerdo que ahogan. Sí, las hay.

Esas que te recuerdan lo ruines que pueden llegar a ser tus pasos si te dejas llevar por los sentimientos. Las mismas con las que aterrizas en el suelo sin haberlo deseado. Sí, las hay. Pero también hay casualidades que te recuerdan que todavía estás vivo y tienes ganas de irradiar. Esas gracias a las cuales regresas a casa con una sonrisa desencajada. Momentos que compartes sin planearlo, tan solo surgen de la nada y te dejas llevar, porque sí, porque te apetece, porque te sientes bien. Tan bien que quieres explicarlo pero quizá no encuentres las palabras, porque no, porque no puedes hacerlo o porque simplemente no quieres ni pararte a buscarlas. Simplemente desentierras tus sentidos que tenías guardados en la tumba del silencio solitario. Solitario porque hacía tiempo que sentías dormido el placer de compartir momentos, ilusiones, experiencia. Quizá por decepciones, por circunstancias ajenas. Quizá. Porque te sientes tan sola entre la multitud, que te acostumbras y ni te das cuenta de las cosas que puedes perder si no despiertas. Y de repente, justo ese día, te cruzas con alguien que, por alguna casualidad, se detiene a tu lado. No sabes por qué, pero tienes la sensación de conocerla de toda la vida. No lo piensas, tan sólo te dejas llevar. Pasan los días y sientes su necesidad, su energía, su fuerza. La sientes. Y ya no te apetece mirar atrás, ni ahogarte sola en los recuerdos. Prefieres convertirlos en rima, en risas, en complicidad. Porque sí, porque merece la pena y porque sientes más cerca tus sueños, sea o no real, qué más da, sólo cuenta que lo sientes, ahora sí eres capaz. Y todo gracias a la casualidad.

Hay casualidades con forma de recuerdo que ahogan. Sí, las hay. Pero no cuando estás cerca.

¡Gracias por recordarme despertar!

La inmortalidad de la nada

Construiste tus vestidos del ayer
con retales del mañana,
enterrando tus sueños de papel
en una sábana mojada.

Arrojaste tus piedras del mañana
con guantes bordados del ayer.
Retales de ilusiones ahogadas
que sólo tú puedes recoger.

Vendiste tus esquinas del ayer
por nuevas farolas del mañana,
buscando tan sólo conquistar
una nueva ventana alumbrada.

Quedaste perdido en el tiempo
confundiendo las miradas del ayer
con los intentos del mañana.

Y todo queda en nada.