miércoles, 3 de noviembre de 2010

¿Sequía o sequedad?


Las flores secas no desprenden olor- me contabas un día- No desprenden ningún tipo de aroma porque fueron abandonadas por una corriente de ausencia anunciada- terminaste de teorizar. Yo, callada, imaginé cómo sería estar formada por pétalos secos, arrugados y débiles. Me encogí y dejé de pensar en ello, me encogí y me acurruqué en tu brazo, como si en él pudiera encontrar litros de agua infinita para no secarme nunca. Sí, eso pensé mientras me encerraba en tu burbuja. Lo que no imaginé en ese momento es que tiempo después sería yo la que desarrollara la contraargumentación a tu patética teoría, tan patética como tu ausencia de palabras cuando yo quería expresar mis sentimientos. Patética como yo misma frente a ti. Y se vuelve a repetir, yo reencontrando explicaciones que aclaran mi visión nublada de desilusiones. Otra vez vuelvo a perder y vuelvo a retirarme a tiempo. Llámalo cobardía, llámalo miedo, yo simplemente lo defino como SUPERVIVENCIA.

Las flores secas desprenden olor a decepción, mezcla de café amargo y fruta temprana con un chorrito de limón maduro casi podrido. Los pétalos no están secos por falta de presencia deseada, por abandono o falta de líquido sustancial. Simplemente representan el tacto del castigo del tiempo sufrido y malgastado. No saber dosificar el cariño y el hidrato emocional supone un problema para pocos y una solución para muchos. Yo, tan solo formo parte de esa sequía cuando escribo, pues nunca nadie me verá arrugada y débil por desilusión. No me abraces, no repitas que esto es lo que quieres. Las flores secas sentimos, pero no escuchamos.

jueves, 22 de julio de 2010

AL ESTE DEL “DESDÉN”

Si te hubieses precipitado como James Dean, todo habría cambiado.

Rodeados de vacío y confusión, tanta gente alrededor, que las esquinas pasaban desapercibidas. Esquinas donde me refugiaba para no ver el color del deseo extraño que invadía la esfera lúdico-sexual de aquel lugar. ¿Recuerdas? Tú, sudando, buscabas una puerta que te transportara a algún lugar donde la luz robótica no alimentara las sirenas bipolares de tu mente. Yo te observaba, pero corría en otra dirección. Luchaba por buscar un espacio oscuro donde las nubes de alquitrán no se manifestaran como fantasmas violadores del sentido común. Pero, si realmente hubiese querido tener una cita con el sentido común, habría salido corriendo de allí. Sin embargo no lo hice, como tampoco me acerqué a ti. No lo hice porque sentía curiosidad inocente por observar tu incomodidad. Mirabas, pero no veías más que cortinas de serpentina alcohólica flotante. Luchabas por encontrarte a ti mismo, pero las caretas artificiales que te rodeaban te confundían tanto como a mí. Y me descubriste, momento en el que bajé la guardia para no tropezarme con los deshechos de la desesperación ajena. Me miraste y te acercaste lentamente, tanto, que cuando estabas apunto de alcanzarme, yo ya había desaparecido.

Si te hubieses precipitado como James Dean, todo habría cambiado.

viernes, 7 de mayo de 2010

EL INEXPLICABLE ORDEN DE LA DUDA

Aquí estoy, ordenando mis preguntas por color y tamaño en la parte derecha de mi caja de zapatos. Una vez más, la cogiste sin permiso, la desordenaste. Mezclaste los colores a tu antojo. Sabías que me iba a molestar, pero lo hiciste. Sabías que llegaría a casa de trabajar y recorrería de puntillas todo el pasillo hasta llegar a la habitación y, una vez allí, me desnudaría sin aliento para desprenderme de mis nuevas preguntas y ordenarlas con las demás, en la parte derecha de mi caja de zapatos. Pero lo hiciste. No sé por qué, pero lo sigues haciendo. No entiendo por qué sigues quedándote a dormir en mi cama, si te desprecio. Por qué me dejas preparado café por las mañanas, si sabes que me iré con amargo aliento. Te empeñas en romper mis anunciados silencios, pero no te escucho. Esparces tus gotas de desilusión por mi cara, pero no te das cuenta de que mi piel se volvió impermeable de lamentos. Déjalo ya, no inventes absurdos intentos, coge tus cosas y márchate, pero deja de desordenar las preguntas de mi caja de zapatos. Sólo márchate.

lunes, 15 de marzo de 2010

Streap-tease solitario

Pasan los años, momentos buenos, momentos malos, pasan.
Entra en juego la experiencia, enrareciendo el aire que respiras, porque aunque creas que no volverás a caer en la trampa del error, ahí estás otra vez, cual ingenuo atormentado por creer conocer lo que pasará. ¿Y qué pasará? Lo que tú imagines. Ese es el problema, pues cuanto más imaginas,
más te alejas de lo bonito del momento, de la dulce intriga que arrastra la corriente del tiempo. Pero no te apetece, porque no sabes. Prefieres huir descalza, de puntillas. Es mejor explorar una vez más los vertederos de escoria y confusión sin mancharte las manos, piensas. Pasan los minutos, y sólo has conseguido vampirizarte para tapar la luz del día en el que vives, convirtiendo el runrún en tu refugio preferido. No miras a los ojos de la gente, no puedes, te desnudan. Te intentas autoconvencer de lo que no eres y adoptas al silencio como tu mejor aliado, él nunca delatará tu máscara de ausencia plena mientras sonríes. Él será el que te opaque la piel, para que nadie pueda transparentar tus sentimientos. Y yo te pregunto, en frío y sin aliento, ¿de verdad merece la pena encerrarse en el burdel de la soledad?

lunes, 16 de noviembre de 2009

Suddenly Susan!

Hay casualidades con forma de recuerdo que ahogan. Sí, las hay.

Esas que te recuerdan lo ruines que pueden llegar a ser tus pasos si te dejas llevar por los sentimientos. Las mismas con las que aterrizas en el suelo sin haberlo deseado. Sí, las hay. Pero también hay casualidades que te recuerdan que todavía estás vivo y tienes ganas de irradiar. Esas gracias a las cuales regresas a casa con una sonrisa desencajada. Momentos que compartes sin planearlo, tan solo surgen de la nada y te dejas llevar, porque sí, porque te apetece, porque te sientes bien. Tan bien que quieres explicarlo pero quizá no encuentres las palabras, porque no, porque no puedes hacerlo o porque simplemente no quieres ni pararte a buscarlas. Simplemente desentierras tus sentidos que tenías guardados en la tumba del silencio solitario. Solitario porque hacía tiempo que sentías dormido el placer de compartir momentos, ilusiones, experiencia. Quizá por decepciones, por circunstancias ajenas. Quizá. Porque te sientes tan sola entre la multitud, que te acostumbras y ni te das cuenta de las cosas que puedes perder si no despiertas. Y de repente, justo ese día, te cruzas con alguien que, por alguna casualidad, se detiene a tu lado. No sabes por qué, pero tienes la sensación de conocerla de toda la vida. No lo piensas, tan sólo te dejas llevar. Pasan los días y sientes su necesidad, su energía, su fuerza. La sientes. Y ya no te apetece mirar atrás, ni ahogarte sola en los recuerdos. Prefieres convertirlos en rima, en risas, en complicidad. Porque sí, porque merece la pena y porque sientes más cerca tus sueños, sea o no real, qué más da, sólo cuenta que lo sientes, ahora sí eres capaz. Y todo gracias a la casualidad.

Hay casualidades con forma de recuerdo que ahogan. Sí, las hay. Pero no cuando estás cerca.

¡Gracias por recordarme despertar!

La inmortalidad de la nada

Construiste tus vestidos del ayer
con retales del mañana,
enterrando tus sueños de papel
en una sábana mojada.

Arrojaste tus piedras del mañana
con guantes bordados del ayer.
Retales de ilusiones ahogadas
que sólo tú puedes recoger.

Vendiste tus esquinas del ayer
por nuevas farolas del mañana,
buscando tan sólo conquistar
una nueva ventana alumbrada.

Quedaste perdido en el tiempo
confundiendo las miradas del ayer
con los intentos del mañana.

Y todo queda en nada.

domingo, 30 de agosto de 2009

La virtud del defecto


A veces me levanto y lo primero que me viene a la cabeza es la pregunta del sentido existencial. Curiosamente cuando me acuesto, vuelvo a abandonarme en el límite del mundo real con la misma pregunta. Y hoy lo he entendido, a las dos menos diez de la madrugada, con Handbags and Gladrags de fondo y un cúmulo de emociones y sentimientos expectantes. Y ahí he visto la respuesta, justo cuando no me lo estaba preguntando. Justo cuando intentaba luchar contra mi resaca de desilusiones. Desilusiones creadas por el exceso de tiempo vacío, por el empecinamiento de encontrar respuestas a todo, por la obsesionada búsqueda de la razón. ¿Cómo se puede ser tan emocional y a la vez tan racional, tan pasional y a la vez tan calculadora? Lo sé, ya lo estoy haciendo otra vez. Y a eso es a lo que me refiero, no hay respuesta, no hay un sentido existencial por defecto, el defecto lo ponemos nosotros al buscarlo. Nada tiene más sentido que el que le queramos dar. Por eso ahora sé que mi atmósfera existencial lo tiene y no necesito ponerle nombre, pero sí decir que aunque no tenga nombre, sí tiene protagonistas que lo hacen posible, como tú, que con un sencillo post has sabido sacarme de mi burbuja de carmín, desmaquillar mis lágrimas más dulces y abandonar la inexistente obviedad de mis sombras. Por un instante, por un efímero pero eterno instante, he logrado conseguir lo que te decía esta tarde que algún día lograría: poder teletransportarme. He mirado hacia atrás como tú, desde el minuto 0 de nuestros pasos, año por año, peldaño por peldaño, lágrima por lágrima, triunfo por triunfo y lo he conseguido, he vuelto a estar allí, donde todo empezó, en un mini solar lleno de saltamontes, rodeadas de niñatos apuntándonos con el dedo. Y ahí fue donde dimos vida a nuestro mundo paralelo, donde todo tenía el sentido que nosotras queríamos darle en cada momento y en cada lugar. Hemos crecido, hemos corrido, nos hemos caído, pero nuestro pequeño mundo sigue intacto.

Ahora sé que mañana me levantaré y ya no tendré que preguntarme por el por qué rutinario, no, ya no, gracias a ti y a las pocas personas que conformáis mi defecto más valioso: el sentido.